Podíamos empezar a entender el vivir, con sus conflictos, con sus dificultades y sus crisis, como la más importante de las bellas artes. Hacer de nuestro yo en el mundo una obra propia. Y, como Miguel Ángel era capaz de sacar del mármol la imagen y figura en él contenida, sacarnos nosotros del mármol de la cultura y de la costumbre.

Somos un yo arrojado al mundo y hemos de pasar por las diferentes etapas del desarrollo del ser humano para cumplir la tarea y alcanzar la meta. Caminar es la necesaria tarea para desarrollarnos. Afrontar las penurias y las crisis, las dificultades y los conflictos hace que demos a cada etapa de la vida la necesaria respuesta para seguir creciendo.

Estamos acostumbrados a negarnos a nosotros mismos, malentendiendo la expresión. No se trata de negar nuestros instintos, nuestro querer, nuestro soñar, sino negar todas aquellas cosas con las que ficticiamente nos hemos identificado: obligaciones, costumbres y creencias. Por vivir desde la cultura y la tradición, que son construcciones humanas, hemos obviado la auténtica biología de nuestro espíritu, nuestra individualidad y nuestro natural anhelo de autotranscendencia.

Solo siendo un yo en el mundo, consciente de sí mismo, consciente de que no es aquello con lo que se identifica, consciente de que parte de sí mismo fue arrojado al mar de lo inconsciente, la sombra, obviando así su propio latido, su propio sentir, su propio ser lo que naturalmente es, para enmascararse en lo que debe ser por las exigencias sociales y religiosas, solo así, seremos conscientes de nuestras aletas y nos crecerán alas.

Caminar es la necesaria tarea del desarrollo del Yo. Cuando el Yo acoge los contenidos de su sombra, de lo que rechazó en su inconsciente, y vivencia experiencias de lo inconsciente colectivo, se da cuenta de que tiene aletas que le llevan a la comprensión profunda de la vida como templo del Misterio y que es esta comprensión la que le dota de alas y de transcendencia.

Somos un yo en el mundo, un yo que caminando se desarrolla en las necesarias etapas y crisis por las que ha de pasar para poder “ver” sus aletas como raíces en lo inconsciente y, entonces, sentir nacer sus alas, transcenderse.

He ahí el misterio de la trinidad:

Yo soy el Camino (la individuación),

La Verdad (la comprensión de la realidad y de lo inconsciente universal y arquetípico)

y la Vida (la transcendencia en la Totalidad).

Lo podemos nombrar de diferentes maneras: el Camino, la Fuente, la Energía, los nombres de un Jesús universal del siglo XXI, con psique de siglo XXI y con anhelos del siglo XXI.

Un camino de cada Yo en el mundo, con aletas y con alas para ser en Ser: la obra de arte de nuestra vida.